POEMAS
Atardecer del alma
JORGE TORRES DAUDET
©Fotografía portada: Eduardo Torres
©Atardecer del alma
A Carmen, mi mujer,
mis
hijos, Rafael, Nerea y Eduardo,
nietos, Jorge, Martín y Adrián
e hijos políticos, Helena, Maribel y
Javier. Y nietos, Jorge, Martín y Adrián
Índice
Índice
Capítulo I
Siempre el amor
Atardecer del alma
Hola espejo, brumoso y viejo amigo.
Miro tus ojos, tu frente arañada
por la poderosa zarpa del tiempo.
No te conozco. Me habla de ti tu alma.
¡Cuántos sueños, cuántas ilusiones en
objetos
perdidos! ¡Cuánto tiempo malogrado!
Falaces amores, juguetes rotos,
desatadas pasiones.
Noches en desvelo, esperas cada madrugada.
Pero... llegaste tú,
mujer, amor y entrega;
caricias y pasión,
gritos en el vientre;
fuiste el gran rescate
que yo temí imposible.
La luna nos besaba
Y venías, corrías, hacia mí,
cual chiquilla alocada,
mojada con la lluvia,
vestida y desnuda,
tus ropas desposadas con tu piel,
tus cabellos cascadas en tu cara.
Tus pies, traviesos y desnudos,
salpicaban agua sobre agua.
Mojé tus labios con los míos,
succioné tus abiertos poros,
lo ardiente que tu cuerpo desprendía.
Las nubes se quebraban en diluvio,
la luna nos besaba.
Es el amor
El amor prendió en nuestras almas,
nuestros ojos lo decían,
lo sellaban nuestros labios.
Pasaron pocos días,
nuestros cuerpos se buscaban,
se enlazaban nuestras manos.
Tú, joven, inocente,
recibías mis caricias,
como el campo la lluvia,
después de la sequía.
Fuiste mi esperanza,
mi arco iris, aquella estrella
que irradian tus ojos, la calma,
el señuelo que me atrae y me guía.
Han pasado los años,
se extinguieron los sueños,
no el amor que disfrutamos.
Aniversario
Cuarenta y tres años, a pesar
de los malos augurios...
¿Recuerdas aquel cura,
aquel párroco que fracaso
nos había augurado?
Pero hoy, exactamente ahora,
ese tiempo juntos, casados,
llevamos. Ha habido de todo,
más bueno que malo;
lo mejor, que juntos estamos,
y… nos amamos.
¡Quién pudiera volver atrás!
El amor es joven y apasionado.
Ilusión, esperanza, vigor...El amor huye
de la razón, y se precipita en la atracción.
Cuando pasan los años torna en dulce, tranquilo.
Y, como si un río fuera,
muda el nombre, se convierte en cariño.
El amor lo puede todo cuando quien lo siente
puede más ¡Juventud, fugaz estadio,
quién pudiera volver atrás!
recorrer el polvo, amigo,
de
todos los caminos.
Sonreír a los espejos
Sonreír a los espejos
que
ocuparon tu rostro.
Hacer un guiño a las estrellas,
Hacer un guiño a las estrellas,
a
las que rogaste un deseo.
Recorrer con mi mano
Recorrer con mi mano
el
lomo de aquel perro,
que
lamió tu cara.
Acunar en el cuenco de mis manos
Acunar en el cuenco de mis manos
la
espuma del mar,
que
acarició tu cuerpo.
Habitar, de nuevo, aquel lecho,
Habitar, de nuevo, aquel lecho,
que
acogió nuestros encuentros.
Tal vez mañana, quizá, volverá tu sonrisa
a
acariciar la mía.
Demasiado tarde
Estaba harto de los dos, de ella
y de sí mismo. Por ella sentía
pena, con él mismo no sentía compasión.
Famélicos de amor, casados,
sin boda ni testigos.
Ella bonita, ingenua, caprichosa,
díscola y muy coqueta.
Han pasado los años…
y ¿qué del tiempo vivido en común?
juntos, distantes, tan distintos…
Por fin se han conocido,
noche a noche, domingo
a domingo, de juergas,
bailes y cartones de bingo.
Sus carnes, lacias, colgando,
sus cabellos encanecidos,
sus ojos cansados, llorosos
de volutas de humo y porque en amor no han
vivido
.
Es mi deseo
Que la luz
de tus ojos ilumine,
sin tardanza, tu mirada.
Que renazca tu sonrisa,
que quede en tus labios albergada.
Que citar mi nombre
sea, para ti, como un beso trémulo.
Que las aguas de Leteo
no te inunden.
Día de la mujer
Este ramito
de diminutos versos,
mujer, es tuyo.
Noche de San Juan, 23 de Junio de 2007
Los invitados ya
se han retirado.
Sobre el suelo,
debajo de las mesas,
aparecen, inertes,
algunas servilletas,
labios rojos,
prometedores,
impresos en ellas
y tapones de
botellas de cava.
Mas la boda no ha
terminado
Al fondo, es una
dulce melodía
que llama mi
atención.
Mis pasos, sin
darme cuenta,
me han mudado a
una estancia recoleta.
En el centro, los
novios
bailan, apenas se
mueven,
no sé si ni
siquiera oyen la bella canción
“Is this love” su
favorita.
Y no cesan de
mirarse a los ojos,
con dulce e
interminable sonrisa,
como preguntándose
“¿Esto es amor lo
que estoy sintiendo?”
y sus ojos contestan
“Esto debe ser
amor”
Helena, bella, hoy
más que nunca,
embellece, aún
más,
su vestido blanco,
de novia.
Eduardo
embelesado,
plenos sus ojos
del amor
que envuelven sus
brazos.
Las dulces notas,
revoltosas, revolotean
entres sus
apretados cuerpos,
dejan en sus
labios
el exquisito
néctar del amor,
en clara luna y
noche hechizada de San Juan.
Les dejo solos…
Amor caduco
El amor es un templo,
en él solo tu imagen.
Devoto fue de ese templo y el tiempo
le arrojó de él.
Ya no te llegan sus besos,
tu abrazo ya no es húmedo,
y sus palabras no logran
tu sonreír de entonces…
Este amor caduco,
que les hiere y les mata,
les aleja y les anula,
les enfrenta y les afrenta,
les achica, les denigra,
no es pesadilla pasajera,
no tiene solución, no tiene cura.
A la locura ha de llevarles,
les lleva a un infierno en vida,
sin olvido y
posible salvación
.
Ella no está.
Allí, tumbado en la cama, desnudo, abrazado
a la almohada.
Los ventanales le arrojan los ruidos de
fuera.
No sabe qué día y qué hora es,
ni tampoco le importa; ella no está.
Cae la noche, la oscuridad lo invade todo,
también su mente.
Y su nombre, el nombre de ella,
desaparece,
desaparecen sus labios,
su húmeda boca, su acogedora
piel y los besos en su piel impresos.
“Desapareces toda tú”…
Hecho un ovillo tembloroso, deshilvanado,
da vueltas y más vueltas por entre las
mojadas
sábanas, por su llanto, por sus lágrimas.
Todo es tiniebla; todo es nada.
Amanece, es verdad; ella no está,
¡malditas palabras!
¿Puede matar la mente?
Prueba con toda su fuerza:
hace por no respirar
se engrosan sus venas,
su cuello se enerva, su cuerpo levita, casi
hasta tocar el techo…
más fuerza; su corazón se acelera,
sus ojos locos, salidos de órbita,
deambulan,
buscan lo que no encuentran.
Sus brazos se tensan, sus manos
levantan el gran peso que su alma alberga.
Más,
más alto. Su cuerpo tiembla;
él desespera…
Quizá lo consiga,
insiste; su rostro se desencaja.
Por sus venas circula el veneno
que su corazón bombea;
insiste…
Mas la mente no mata.
Dudas
Que seas suya, ya, lo duda,
que seas de otro… ni lo piensa,
no lo soportaría.
¿Quién podrá provocar
el calor de sus sueños?
¿A quién evocan sus suspiros?
¿Qué nombre habita entre sus dulces
pensamientos?
Negros presagios acompañan
sus desvelos;
noches oscuras, eternas,
amaneceres inciertos, fríos,
ojos cansados, siempre abiertos…
El caballero de la mano en el pecho.
(De El Greco)
Esta anónima
figura,
de grave y seco
semblante,
ojos de mirada
desigual…
¿es, quizá, genial
escritor,
marqués, caballero
andante,
otro Quijote de la
Mancha,
-mas de vestir
oscuro y elegante-
presto a llevar su
cuidada
y fina mano
del pecho a la
espada,
por amparar a
alguna dama,
o porfiar por su
amada?
¿O, más bien,
cualquiera sabe,
es un
truhán pendenciero,
ojeroso libertino,
trasnochador…un
mujeriego,
siempre del lecho
a la lucha,
o -qué más da-
de la lucha al
lecho?
¿Es un Don Juan de
la corte, discreto,
en busca de mil y
una Inés?
Así parece decir,
con la mano en el
pecho:
“De lo nuestro... ni palabra,
válgame Dios, os lo prometo.”
Después del tiempo transcurrido,
ya no tienes aquel bello rostro, ni aquel
talle
que, tan a la disposición, todos deseaban
amarrar a sus brazos.
Tampoco tus ojos tienen,
aunque su destello aún perdure,
aquel contorno liso,
y tus ojeras se han quedado con un color
nazareno, casi muerto.
Tu boca y tus labios, en ejercicio perpetuo,
sobrevivientes al naufragio,
aún invitan a albergar en ellos lances de
amor.
Y sigues siendo igual de caprichosa,
cariñosa, y generosa
con tu cuerpo, y los de los demás.
Nunca te acaban de saciar,
recibes siempre menos que das.
Te sabes, te llaman, tonta
y otras cosas y…¡Qué más da!
te da exactamente igual,
al menos, aunque sea por muy breves
momentos,
evitas la soledad total.
Delirio de amor
Te persigue y huyes esquiva.
Te mira y tu figura se disuelve
entre fantasmal, intangible e irreal niebla.
Te llama, te habla, tus labios permanecen
mudos.
Sus manos tiemblan, tendidas a ti,
suplicantes,
y su corazón se desboca
-gana al tiempo en su ritmo-
porque no te encuentran, y estás cerca… mas
distante.
Sus ojos, cerrados, están despiertos,
buscando en la nada las líneas de tu cuerpo.
De pronto, apareces y le rechazas
entre risotadas que escupen total desprecio.
Tras de ti se cierran todas las puertas,
con portazos ensordecedores que revientan
sus tímpanos, y te busca entre chinescas
sombras.
Danzas malditas, confusión.
La luz se desvanece.
Crece el silencio, que lo invade todo.
Resbala su alma, se hunde en un foso sin
principio,
sin fin. Todo es tiniebla,
pegada a su piel, mojada,
como otra piel a su piel, que no siente
suya, ni cercana, ni de su amada.
Flota en un aire denso,
tropieza, gira su cuerpo,
ovillo ingrávido, avanza, retrocede, bota,
se aleja de si mismo.
Se ve minúsculo, apenas nada, enteramente
nada. Levita, cae.
Sudor frío, suelta una carcajada,
su estruendo le desplaza, le quema, le
hiere. Vuelve
a caer, choca de una a otra pared, la
escala,
cual frío reptil, se deja las uñas,
se deja la piel.
Grita un nombre, no sabe de quién, implora,
ríe,
llora, vive, muere, no sabe por qué. No sabe
nada, nada, nada…
El reloj, a(na)tómico
El amor, aun siendo sereno, incita a cometer
pequeñas y las más grandes locuras.
Mas hay un tiempo para amar.
Después, vendrá el momento difícil de evitar
dejar
regadas las miserias,
como
migajas de pan agrio y duro,
escombros y tristeza.
La rendición, el dejar las armas, ya
obsoletas,
envainadas con la resignación del guerrero
derrotado por otro invencible, inexorable,
y cruel, el paso del tiempo.
Para ti mi recuerdo, madre.
Un recuerdo nostálgico, con rictus, con ceño
fruncido, con amor escocido.
Nuestros últimos ratitos, sentado a tu lado,
los saboreé con mimo
y
avaricia,
sabiendo tu sueño cercano.
Recuerdos...muchos dulces...
agrios, espinosos, dolorosos también hubo;
tu amor daba para todo.
Y te comprendí... Nuestras lágrimas
lavaban nuestras culpas,
se cerraban las heridas.
Maravillosa mi infancia, en tiempos de
posguerra
pero sin penurias, con mis juguetes;
¡mi caballo negro, de gran cola!
Tu
devoción y los frailes rompieron
el feliz cuento. Mucha distancia,
hambre y sueño me acompañaron en el
convento.
Pero el regreso, vuestros besos,
mi cama, mi casa, los baños
en el río me hicieron,
otra vez,
crío.
Y los años pasaron,
pasaron en poco tiempo.
Encontrar el amor
supuso nuestro desencuentro.
Y te comprendí, ahora más te entiendo,
lo sentí, y
aún lo siento; fue otro triste cuento.
¡Cómo no te voy a entender, si para
entenderte,
tengo a diario tu sentir
en tres trozos salidos de mí!
Padre
Me hubiera gustado ser
lo buen
padre que tú fuiste.
Tus ojillos chispeantes,
en sonrisa interminable,
me acarician por siempre.
Tu caminar ligero,
por tu pinar amigo,
acompaña mi camino.
Manos recias, de hierro, tiernas
de caricias,
afanosas, ágiles, generosas.
Tiempos de posguerra,
corre caminos infatigable;
huiste al hambre.
Creyente tardío,
convencido de Dios,
te hiciste más bueno.
Educador, autodidacta,
ausente de vicio,
grande de alma.
¡Cómo añoro los cuentos
en las noches largas!
¡Cómo los besos que me dabas!
Nos dejaste solos…
Sin nosotros saberlo,
despedida en la mirada.
Martín
Esta mañana de Marzo ha salido el sol más
generoso y despistado en su luz y calor,
a las siete y treinta, en punto.
Hoy la vida
nos saluda con fuerza
y… desnuda, como así la vida es.
Ha venido Martín, mi nuevo y querido nieto.
Ojos grandes y abiertos, expectantes
a la luz de este mundo,
a lo que dejaba entrever la piel de su madre
desde su ya pleno y bendito vientre.
Mi nieto, Martín, es moreno, como sus
padres,
perfecto cuerpo,
manos grandes, tendidas, solícitas de
amores,
piel sonrosada, dispuesta a crecer.
Es la esperanza en un mundo
lleno de interrogantes…
Es manantial de sonrisas,
en tiempos no muy pródigos en ellas.
Es el ansia de un mundo mejor, nuevo.
El triunfo de la vida, deseada.
El reencuentro del amor con la fragilidad,
con la más absoluta dependencia
de la gente de buena voluntad, de sus
padres.
Así, les felicito, a ellos y, sí, a mí mismo.
Al recién nacido deseo, de corazón,
feliz y larga vida.
Bienvenido eres, Martín!
Adrián
A través de una técnica misteriosa te hemos
podido contemplar con perfecta precisión.
Sabemos ya mucho de ti y nos ha subyugado,
emocionado, el ver tu corazón diminuto
cómo late, desbocado, y proyecta tu sangre
con fuerza desbordante.
Los movimientos de tu pequeña cabecita,
de un lado a otro, como si buscara a tu
madre,
cuyo claustro y amor te engendra.
Abres tu boquita en O
expulsando burbujas, como volutas de humo
de empedernido fumador.
En tus facciones se dibujan los ojos,
labios,
las naricitas de tu hermano mayor, Martín.
Serás un bebé tan guapo como él,
que sueña todas las noches contigo.
Y llegará el momento, mágico, que tu madre,
con amor y alivio, sentirá tu húmeda
piel
sobre su piel, recorrerán sus manos
tu deseado cuerpecito,
observará tu cara, tus manitas,
todas tus facciones, se reconocerá en ellas.
¡Más de nueve meses apeteciendo tenerte
entre sus amorosos brazos!
Mirará al cielo dando gracias.
Y el cielo la sonreirá con bendición y
amor
A tu padre, de momento, se le borrarán,
miles de canas, y se humedecerán sus ojos,
de felicidad, con copiosas lágrimas.
Tu abuelo Martín, con sus manos, te tomará,
te acogerá y alojará en su gran corazón.
Besará esas tus pequeñas facciones,
tan familiares
tan suyas, tan repetidas y queridas ya.
Y el cielo le sonreirá…
¿Y tu hermano, qué hará?
La cantidad de besos que estallará en tu
piel!
Cuando te vea, sus ojos
se van a hacer aún más grandes,
apenas cabrán
en su bonito y morenazo rostro.
La de botes que va a dar. ¡Adrián!
¡Adrián!¡Adrián!
levantando sus brazos,
dando sus característicos botes, señal
de triunfo y, también, de gozo.
Tu abuela Carmen, desde ese día, piensa
siempre
en ti, y últimamente, cada cinco minutos,
-“Cuándo vendrá? Cuándo llegará ese
chiquillo”
-“A ver si viene bien” “Sí, bien vendrá”
Yo, como alguna otra vez,
he echado en falta
que mi ordenador no use impermeable.
Eres bien venido Adrián. Que seas muy feliz!
Nosotros lo somos ya.
Jorge, Martín, Adrián
Hoy, un muchacho, de unos veintitantos
años, por su faz y su talle,
me ha hecho imaginaros a una edad
que no os veré.
He sentido una extraña visión; le he puesto
vuestra
cara, ya, adulta, os he disfrutado de
mayores
porque, por un momento, he pensado que eras
tú,
Jorge, tú , Martín, tú, Adrián.
No, no me he esforzado, en absoluto,
pues así te veo, os veo, veces y más veces,
a mis nietos, en la distancia, en ésa,
para mí inaccesible, a la que no llegaré.
De algo que ya no viviré, he sentido
nostalgia.
Gracias (Oración)
Gracias, oh Dios, por todo lo que me has
concedido,
y, mucho más, por todo lo que me has
perdonado.
Muchas veces distanciado de Ti, pero nunca,
nunca te he olvidado.
Tú sabes, Señor, cómo soy, cómo siempre he
sido,
todo el mal, todo el daño que yo he podido
hacer.
Pero sabes, también, que de todo ello
yo me he arrepentido
Sé que, desde muy pequeño, me escuchas;
te estoy agradecido.
Cuando, a veces, creí que estaba solo,
que me habías dejado, Tú estabas a mi lado.
Años, muchos más de los que esperaba, he
vivido;
y mis frutos han cuajado, mis mejores
bienes,
que Tú me has otorgado; por ellos, Señor,
ruego,
por su felicidad seré siempre agradecido.
Ellos, Señor, Tú lo sabes, son buenos,
mi culpa, otra más, que no sepan más sobre
Ti,
mas mi culpa ellos no la han cometido.
La poesía se escucha con el corazón,
va dirigida al alma. Como el amor,
eriza los sentimientos,
causa
pasión, sosiego, calma y,
también, angustia, amargura, dolor…
de todo ello se nutre,
y queda reflejado en los versos.
Capítulo II
Como la vida es
No sé qué hacer este Domingo.
( o negros nubarrones)
Podría vadear un río de márgenes inimaginables,
caminar tranquilo por una estrecha y elevada
cornisa
o correr por ella, a más de cien millas, por
segundo.
Pudiera, quizá, envenenarme con mucho de
alcohol metílico,
o bien pudiera vigilar las musarañas que
desfilan, atrevidas,
por mi cuarto, sin ningún respeto al frío.
Podría hacer un crucero por un campo de
trigo
y besar a las amapolas e invitarlas a viajar
conmigo.
Podría, podría, caminar cualquier camino,
con el polvo en mis cejas y mil nudos en mi
ombligo.
Podría acompañar a las mariposas en sus
transcontinentales vuelos,
cortarme las alas de mis devaneos,
cortarme las alas de mis devaneos,
o hacer eco a las lúdicas cigarras indignadas
del estío.
Podría contar cuentos sin cuento, reclamar
derechos,
sin respeto a lo ajeno.
Podría desafiar, como Don Quijote, a sus,
nuestros, enemigos,
hoy más altos y altaneros por las palas que
mueven los vientos.
Podría escalar cipreses y gritar, gritar al
cielo con lúgubre plañido,
con dolor, sin remordimiento,
o tumbarme en las tumbas a su sombra,
o esconderme en los nichos, a su abrigo.
Podría morder a las ratas, inoculándolas mis
turbios pensamientos,
apresar
a los banqueros,
usureros
insaciables, en sus cajas fuertes
repletas
de sus lingotes de oro y
de
las miserias de sus muchos pobres deudores.
Volar,
podría, por los muy negros nubarrones,
los
que invaden mis vacíos, llenos de dudosos
presagios,
y cada vez más ciertos… por lo incierto.
Esta nublado, no
llueve.
Hoy,
como otros muchos días, es un día triste
Está
nublado, la niebla
oculta
los edificios,
hace
llorar los cristales.
Desde
mi ventana veo la calle vacía.
De
vez en cuando pasa un transeúnte,
las
manos en los bolsillos,
al
abrigo del frío.
Ayer
era 28 de Diciembre.
Estas
navidades son especialmente tristes
pues
en muchos hogares habita la miseria.
Más
de un millón de familias, sin culpa,
están
en paro, ninguno de sus miembros tiene
trabajo
ni ayudas
¿de
qué se alimentan?
Algunos
no tienen casa, sus deudas, los bancos,
se
la arrebataron.
Las
calles de Madrid están muy tristes
en
estas fechas, con más luces engalanadas.
Por
muchos de sus habitantes corren las lágrimas.
Las
once horas, los sanitarios salen
a
la calle, protestan:
“la
sanidad no se vende”.
La
niebla se hace más presente en la calle. Triste,
muy
triste..
29,
diciembre, 2012.
Diez años, desde
entonces (11-03-2004)
La muerte, madrugadora y ávida
de sangre,
aliada con secuaces sin bandera
ni puños conocidos,
aliada con secuaces sin bandera
ni puños conocidos,
a día de hoy,
pero, seguro, sin almas ni entrañas,
marcó para siempre esa fecha.
Aquel día durante pocas horas, muy pocas,
la tragedia haría olvidar las rivalidades,
nos hermanaría en el dolor, los ayes, lágrimas.
A los pueblos los une la tragedia...
Pareciera que fuera a cambiar todo.
Pero, como si fueran buitres agazapados,
pronto extendieron sus alas sobre los cadáveres,
sus despojos.
pero, seguro, sin almas ni entrañas,
marcó para siempre esa fecha.
Aquel día durante pocas horas, muy pocas,
la tragedia haría olvidar las rivalidades,
nos hermanaría en el dolor, los ayes, lágrimas.
A los pueblos los une la tragedia...
Pareciera que fuera a cambiar todo.
Pero, como si fueran buitres agazapados,
pronto extendieron sus alas sobre los cadáveres,
sus despojos.
Acudieron al olor y
color de la sangre.
En la gran confusión de
"tantanes"
modernos, SMS y consignas,
se dieron su festín, exigiendo lo imposible,
entre los graznidos acusadores,
se dieron su festín, exigiendo lo imposible,
entre los graznidos acusadores,
sin respetar silencios,
que se debieron respetar.
Después de aquellos malditos días, cambió todo,
Después de aquellos malditos días, cambió todo,
cambió
de distinto modo. Sería una década
perdida,
despreciada por muchos, un mirar
hacia
atrás, la torpeza y el rencor.
Hoy,
11 de Marzo, piden, se pide unidad. Un
“ingenuo”
"hoy toca unidad" a toro pasado.
Pasados
diez años, demasiado tarde ya.
Hartura
Porque
moscas y moscones acudan
a
la miel y se escupan la hiel. De que
"fachas"
y "progres", "progres" y "fachas" se sacudan,
se
sacudan responsabilidades
irresponsables
y luchen por despedazarse,
devorarse,
la t
a r t
a, sus
despojos,
restos
del pasado para olvidar,
para
algunos olvidados ya.
De
algunos jueces, magistrados, que no se sabe
si
estudiaron, entendieron, las leyes,
los
derechos a aplicar.
De
que la Justicia,
más
ciega, aunque abierta de ojos, tropiece
por
alguna esquina.
De
que las calles ardan,
las
quemen, de hartura, del amargor desmedido,
y
bárbaro, mientras los capitostes
arrojan
a la espalda las copas de champán,
satisfechos
de osadía y poder.
De
los rencores, memoria y odios heredados,
ADN
que no quieren mutar.
La
Historia servida a la carta,
al
gusto de cada cual.
De
esclavos del tedio, atadas sus manos,
cerradas
sus tripas, que quieren,
necesitan
trabajar.
De
hogares sin leña ni fuego ni olla.
De
privilegiados con su puesto asegurado,
que
nunca han trabajado, ni trabajan
ni
trabajarán -su voluntad
no
da para más,
para
más, mucho más, da su jornal-
Porque,
como los locos, hay muchos más ladrones
sueltos
que encerrados en su lugar.
Porque,
en este país, no queda qué robar más.
De
los feudales de turno,
ilusionistas
de naciones de chiste-ra
triste
y rota.
Porque
la ETA capitalice su no matar.
Sequía
Veranos
madrugadores de soles
descarados,
amaneceres
con resacas.
Nubes
rojizas, colmadas de polvo.
Vientos
que queman las pieles
y
columpian las miserias.
Perezosos
otoños que no llegan,
escasas
ausencias de soles.
Rayos
proyectados sobre lejanos
y
abrasados horizontes,.
Ocasos
con nubes plomizas,
prometedoras
de lluvia, improbable.
Vientos
que despeinan campos resecos,
muertos,
inertes.
Tormentas
de relámpagos,
truenos,
rayos y hojas secas.
Nubes
de espitas clausuradas…
Los niños del
telediario
Ya a nadie sorprende ver a esos niños,
tez del color de su abrasada tierra,
con lágrimas en los ojos, y moscas
intentando devorar sus desnutridos cuerpos.
Arrojados del cálido vientre de sus madres,
sus miradas no tienen el brillo de esperanza
de los nuestros, ni el ansia de descubrir un
mundo
nuevo. Son miradas opacas que siempre chocan
ante el manto de la miseria que los masacra.
No conocen, ni conocerán, una azul cuna
ni rosa, ni tampoco agua de un manantial,
fresca,
que vivifique su deshidratada figura.
Son hijos de la más brutal escasez, desidia
e injusticia del mal llamado género humano.
Nuestro recuerdo y AYUDA
para ellos
en estos días cercanos a la Navidad.
Nos deseamos paz, felicidad…
Intentemos lograr para ellos supervivencia,
con sonrisa en sus
labios.
Hambruna
¡Hijo,niño,
niño mío!
¿Por
qué, por qué te eché
a
este mundo?
¿Por
qué mis carnes se abrieron?
¿Por
qué consentí en aquel goce?
¿Fue,
quizá, el amor pecado?
¿Por
qué te castiga Dios?
¿Por
qué mis pechos secos,
ni
poderte dar bocado?
¿Por
qué estas tierras yermas,
por
qué, por qué sólo regadas
por
el sudor de tu padre,
mi
sudor, y mis lágrimas?
Hijo
mío, me maldigo.
¡Maldito
sea mi vientre!
¡Maldito
sea mi cuerpo!
¡Maldita
sea mi vida!
¡Maldita,
maldita, maldita!
¡Mil
veces sea maldita!
Ven,
ven a mis brazos,
corazón
mío,
que
si tu mueres,
morir
quiero contigo.
Abyectos, abominables (II)
De
cuán miserable es este despiadado mundo,
de
la maldad que en él habita,
nos
hacen conocer los telediarios.
No
hay día que no hablen de, no una,
sino
muchas atrocidades.
Guerras,
masacres, huérfanos desvalidos, éxodos
ingentes,
hambres, violaciones que se producen
en
el olor, las explosiones de las contiendas.
Pero
en el silencio de la paz, de esta "paz nuestra"
quiero
gritar al mundo, acusar quiero,
lanzar
un indomable grito de rebeldía
contra
esos canallas, abyectos y abominables
que
atacan a seres indefensos, inocentes,
¡hasta
con bebés se atreven! tal es su vileza,
tal
es su alevosía. E, insaciables
de
sus infamias, las graban para su placer
y el de otras mentes de repugnantes criminales,
también
irrecuperables.
Y...
como son "conscientes que hacen mal,
pero
no lo pueden evitar" hay que extirpar
esa
mala hierba, ese siniestro daño.
No
basta con encerrarlos, aunque de por vida
sea,
pues se pueden escapar a esa condena.
Bien
claro tengo que sus vidas, haciendo daño,
tan
gran daño, no son para vivirlas,
no
merecen ser vividas.
Porque
el dolor, una lágrima de un niño, vale
más
que miles de esas vidas.
Hombre contra hombre
Edad
de piedra, edad de los metales,
bomba
atómica; era de los neutrones...
En
las cavernas con hacha de sílice,
en
el búnker un pulsador...
así
de fácil: los muertos por miles.
Tierra,
este ser que te habita
que
te estudia y te maltrata
que
pone leyes, dice, para mimar tu vida,
es
el maligno hecho persona;
no
temas mal desde otros mundos.
Los
mares los expolia,
los
desvalija de pequeñines y ballenas
con
redes y artimañas.
Y
con sus matanzas el agua de sangre tiñe.
Los
bosques asesina,
primero
con fuego, luego con fiera guadaña...
y
su hábitat, indefenso, languidece y muere.
Tu
cielo es menos azul,
menos
entero, más toxinas, más agujeros;
menos
frío, menos hielo.
Volcanes
escupiendo sus azufres,
terremotos,
tsunamis, inundaciones, la ira
del
huracán. Tus entrañas arrojan su bilis,
contenida,
de tanto dolor y tanto daño.
Pasamos
por todas las historias, las antiguas,
las
contemporáneas, da lo mismo;
es
el tiempo que pasa,
Lo
que en ellas se cuenta son las guerras, la muerte.
Y
siembra el terror de pueblos enteros,
niños,
ancianos mujeres, huyen del exterminio,
buscan
paz, cobijo y pan.
Tiempos
de liposucciones, masajes,
dietas,
delicatessen;
se
tira comida al mar, se destruye.
No
solo matan las armas, el hambre
ocasiona
más muertes. Opulencia,
pobreza,
miseria, injusticia.
No
será la invasión desde otros mundos
la
que pueda acabar, Tierra, contigo.
Cuídate
del hombre, con su codicia,
con
su miserable y gran ambición
será
tu mayor, perverso, enemigo,
tu
estúpido y definitivo exterminador .
Asusta
mirar el mapa.
Pobre
mundo...
¡Qué
mundo éste, más pobre!
París, viernes 13, 2015
Hoy,
la sinrazón del fanatismo y el terror
ha
apagado tus luces y tu Torre de acero,
faro
de esperanza, silenciando así tu alegría,
Han
profanado tu Arco del Triunfo y acogida,
hoy
más pétreo de estupor
ante
el ultraje de la sangre impura.
Han
desolado tu cosmopolita Avenida
a
la Concordia, entre cadáveres de tus hijos.
Mas
los vivos no sucumben ante tan cruel yugo,
en
sus gargantas ruge la Marsellesa, "listos
para
luchar contra vosotros"
Tus
jóvenes, masacrados con alevosía,
claman
justicia ante el vil despotismo.
Entonces...
Entonces…yo era un niño más,
asomado a mi ciudad, a sus ruinas.
Mis ojos, inocentes, como los de los niños,
solo llegaban a ver casas hundidas, “rotas”,
como si hubieran estado así toda la vida.
Algunas, que mantenían sus muros en pie,
los cristales de sus
ventanas hechos pedazos.
Dentro, espacios huecos, a la intemperie, invadidos
por la maleza, ocultan la tragedia.
Los tiestos con plantas secas, marchitas,
a juego con todo lo de su entorno
Las calzadas de las calles de tierra rojiza...
Los mayores, la mirada baja. Algunos, muchos,
la familia y el alma destrozadas.
Los inviernos eran de crudo frío,
dentro y fuera de las casas...
más frío con estómagos vacíos,
silenciando, con dolor, sus quejidos.
La guerra había pasado y se notaba su huella
de canalla, sangrienta, cruel,
y destructiva fiera.
Bracera infatigable
Con
tu figura negra y famélica sombra, eres,
bracera
infatigable, sementera
de
dolor y muerte. Afanosa
destructora
de vida, corazones
y
alegría.
Tu
mies es mucha. Tallos tiernos,
nacidos
a la luz, apenas,
también
recios y erguidos.
Nadie
esquiva tu afilada arma.
Fisgona
de tinieblas, de ellas reina,
todos
sucumben a la mirada de tus cuencos
huecos,
de luz, vacíos.
.
En
la abundancia y en la hambruna
culminas,
siempre, tu misión grotesca,
grosera
y pertinaz.
Nunca
sacias el apetito de tus huesudas,
siniestras,
fauces, siempre insatisfechas de sangre.
Así
eres, de sanguinaria y atroz.
Horrores
causa tu presencia eterna.
Monólogo de la Parca
“He
estado siempre contigo, a tu lado, y tú
siempre
sin
enterarte,
sin
darte por enterado, sin hacerme caso,
tal
vez, coqueteando conmigo. ¡Y mira que,
muchas
veces, parecía que a seguirme estabas
empeñado...!
Cualquier hora para ello era buena,
nada
hacías por evitarlo
Quizá
preferías la oscuridad de la noche...
¡Claro,
seguro!
Muchos
kilómetros a velocímetro plano,
con
muchas copas de más. Aquella situación
con
aquel loco airado, él con cuchillo en la mano...
y…
¡ punzando tu cuello!
Sí, muchas veces me has tentado, has tentado
tu
suerte,
y…mira, has salido bien parado”
El desahuciado
Esta
noche me encuentro
frente
a ti, quizá, no por vez primera,
pero
consciente, sí,
de
que me has mirado y me has acercado la fecha.
Nos
creemos pasar ignorados,
creemos
que a ti se te engaña; ilusión inútil,
vana; es una treta tuya
más,
es tu cruel patraña.
Dejar
a los seres queridos,
mi
mujer, mis hijos, mis nietos,
con
tristeza; si no fuera
por
lo trágico, se podría llamar pereza.
Pero,
por qué disimular,
me
da pánico no saber
cómo
voy a reaccionar en ese momento,
antes
de que deje de respirar.
Hace
poco tiempo, hace unos meses, nada más,
yo me
miraba al espejo; me veía joven,
hoy
me veo viejo,
muy
viejo, por fuera, viejo por dentro.
Has
olido desde lejos,
desde
cerca, siempre al lado, siguiendo el rastro,
carroñera
fiera.
No
es la manera que yo deseé,
la
que, en avanzadilla,
me
has prometido, si quieres,
que
poder… puedes, cámbiala
por
otra menos dolorosa, menos
cruenta;
te estaré muy agradecido.
Hoy
las luces me parecen tristes...
¿Sentirán
que yo me vaya?
Rescatado de ti
No
era verdad, me has mentido; a ti misma
te
has engañado.
Me
he desasido de tus largas, huesudas manos.
Mi
corazón late con la alegría,
la
esperanza de antaño.
Dos
meses, muchos días,
creyendo
estar bajo tu odioso yugo;
vuelvo
a sonreír, suspiro por cosas triviales,
pienso,
creo, en un futuro lejano.
Veo,
otra vez, la vida
bella,
con atractivos y sin pena, con nuevos
bríos.
No estoy cansado; con felicidad miro
a
los míos, sin adiós en mis labios.
Ahora
las noches son menos negras,
menos
de túnel, menos de caverna;
la
noche es más azul y tiene luna y estrellas,
y
me duerme, me arrulla, me consuela.
No
te digo adiós porque no puedo,
ahí
estás tú, siempre afanando dichas,
siempre
borrando sonrisas,
siempre
llenando sepulturas.
Te
diré hasta la vista,
si
es que, sin que náuseas me provoques,
verte
puedo.
Y,
cuando se presente la hora, antes de mirarte,
antes,
los ojos cierro, después, muero.
Ese edificio...
Dedicado a los cirujanos, médicos,
enfermeras y auxiliares, del Hospital
de la Princesa, en Madrid,
que han
tratado recientemente a mi mujer
Enfrente
de mi casa,
justo
enfrente de donde vivo,
hay
un gran edificio, en sus fachadas
muchas
ventanas,
decenas
de ventanas, por fachada.
Es
un hospital, un gran hospital,
la
ciudad de los enfermos.
Escandalosas
sirenas de las ambulancias
invaden
el silencio de las noches,
se
yerguen sobre el leve murmullo de los días.
Ir
y venir de gentes presurosas,
su
andar trasciende los sentimientos, los preludios
de
la muerte.
A
veces, los pañuelos se dirigen
a
unos ojos húmedos, de incontinencia trágica,
de
triste y perdida mirada.
Salas
de espera llenas,
consultas,
urgencias, batas blancas, monos verdes,
máscaras,
pañuelos a lo pirata.
Sillas
con ruedas, botellas colgando,
bolsas,
líquidos que fluyen.
Camillas,
con mismas botellas, bolsas.
Ascensores
que suben y bajan, nunca llegan...
tal
es la impaciencia. Trasiego ininterrumpido.
Diagnósticos
por rayos X, láser nucleares.
“Coja
su turno” y filas largas de tres dígitos,
extracciones
de sangre, mililitros, centílitros,
que
suman, suman, suman litros y enfermedades.
Rostros
macilentos, dolor, dolores
en
todos los géneros y todas las edades.
Ojeras
cavernosas, marrones, casi negras.
Pañuelos
femeninos ocultando
crueles
calvas que no debieran haber crecido.
La
fé, la esperanza como últimos asideros.
Las
ventanas, día y noche, guardan el silencio.
Enfermeras,
auxiliares, pastillas, sonrisas
que
arrancan otras que se creían imposibles.
Quirófanos,
mesas de acero,
frías
como las luces que iluminan sus cuerpos.
Ojos
escrutadores,
manos
expertas, precisas,
el
bisturí no tiembla.
Química,
oxígeno, ciencia,
monitores
enchufados a cuerpos desnudos,
afeitados,
abiertos, órganos esparcidos,
al
aire. A la muerte se la frena o se derrota
o,
inexorablemente, triunfa.
Morfina
el dolor disminuye,
Puertas
autómatas que cierran, encarnizada
lucha
entre la vida y la muerte, muerte, MUERTE,
siempre
presente y amenazadora.
Vidas
que zozobran, ciencia, éxitos,
fracasos.
Esperas interminables pendientes
de
puertas que siempre se cierran y, pareciera,
nunca
se abren. Emociones, nervios desbocados.
Cuando
las luces se apagan presagio batallas
perdidas…
La
luna recorta su enorme corpulencia,
su
escasa luz acrecienta el misterio,
el
dolor que guardan sus paredes.
Cuando
el sol alcanza sus muros
renace
la vida, despierta
la
esperanza.
Morimos
Nacemos
sin querer
y
sin querer morimos...¿Qué, en la vida, hemos sido?
Nieve
primaveral que en la mañana se funde,
coito
de pájaros en fugaz vuelo,
humo
de cigarrillo que se disuelve en leve
brisa,
suspiro del alma,
relámpago
de tormenta, alegría del pobre.
Somos
ligeros transeúntes;
lo
saben los montes,
lo
cantan las piedras, y lo murmuran los ríos,
ellos
son testigos. Nacemos para crecer,
por
crecer morimos, muchos sin envejecer,
siendo,
aún, niños.
Cronos
La
humedad todo lo envuelve, las olas
se
acercan salvajes, azotan las negras rocas,
traen
troncos, botellas... sin mensajes.
El
viento roza mi cara con sabor a sales,
trae
aromas, idiomas de otras tierras,
ilusiones
de más almas.
El
océano, sus bravas y espumosas aguas,
cubren
la distancia, montañas, simas,
piélagos,
con los mismos cielos y mismos vientos
en
dirección contraria.
Hechos
en el mismo instante con la diferencia
horaria;
el Sol es madrugador o trasnochado,
dependiendo
del meridiano que lo acompaña.
Así
en toda la Tierra;
mientras
unos duermen y sueñan, otros trabajan.
Se
aleja el día por el horizonte,
con
tules de penumbra y agonizante estrella.
Pronto,
las luces lloran su temblor inquietante,
no sólo por el día que se va,
aunque
vendrá otro día,
llevándose,
sin retornar, lo que nuestros sueños
recibían.
¡Onírica ilusión!
defraudada
al despertar en medio de la noche.
Mientras
la desolación da paso a la tristeza
y a
los miedos que se avivan con la parda luz
de
las tinieblas y el loco alarido del viento.
Espejos
Espejos,
¡ah, los traviesos espejos!
Siempre
os negasteis a admitir mi edad en el tiempo,
en
el que mis ojos se cruzaban con los vuestros.
Siempre
me hicisteis más viejo. Ahora ya no
tengo
edad
para veros, no me interesan
vuestros,
más o menos, equivocados reflejos.
Las puertas del
tiempo
Las
puertas del tiempo se han ido
cerrando
tras de mí.
Algunas
con leve chasquido,
otras
con portazo feroz.
Así
han ido pasando los años…
¡Qué
vértigo mirar hacia atrás!
Fotos
olvidadas en un cajón,
imágenes apenas conocidas,
de
un yo, que ya se fue.
Soledad
Soledad...
sólo
adjetivos te acompañan:
triste
soledad,
por
nadie deseada.
Codiciada
soledad,
del
que la desea
y
nunca la siente lograda.
Funesta
soledad,
la
del preso,
con
su libertad enjaulada.
Religiosa
soledad
la
del monje,
con
su alma enclaustrada.
Patética
soledad,
la
del huraño,
que
sólo a él le hace daño.
Fructífera
soledad,
la
del poeta,
a
veces tan deseada
como
la libertad.
Fantasía de la
soledad
Tu
eres, silencio,
mi
preferido amante,
así,
penétrame.
¡Oh, agua!
¡Oh,
agua
-lluvia,
rocío, hielo, granizo, nieve-
variopinto
ropero vistes!
Jinete
a caballo de las olas encrespadas.
Fría
y enigmática dama, de vaporoso
y
sutil velo, el de las grises nieblas.
Espeleóloga
tenaz
y
penetrante en los abismos
de
la tierra, la amante de la ninfa.
Te
cuelgas de las elevadas cimas,
con
tu capa de armiño,
juegas
con las nubes, las acaricias,
las
horadas.
Saltas,
te precipitas, cantarina,
por
laderas y hondonadas.
Socavas
hoces, diseñas las cuevas,
con
estalactitas y fantasiosas
arquitecturas
en calizas tierras.
Grotesca
profanadora de tumbas,
lames,
necrófaga impúdica, cuerpos
putrefactos
babeando
limos infectos y viscosos…
…y
surges, inocente y pura,
al
manto de la tierra,
con
caricia húmeda.
En
los amaneceres perlas flores,
con
fulgores diamantinos.
Irisas
el cielo, los campos; les prestas vida.
Sacias,
agua, el ansia de los sedientos,
con
tu caída suave y armoniosa,
o
los siembras de muerte
con
olas gigantescas y voraces.
Ocupas
de azul el globo, y tu obstinada ausencia
viste
de sequía los campos,
arrasa
la capa verde,
y
la convierte en zona estéril, muerta.
Agua,
en las nubes, los ríos y mares
tu
singladura vuelve a empezar.
Dos amantes
Río, peregrino donjuanesco infatigable,
tu obstinado talle, perlado
y sudoroso, repta sobre frondosa tierra
y te acoge, impudorosa, cual sedienta amante.
Te ofrece, generosa,
los recovecos de sus márgenes,
los irrigas con tu limo, como sementera,
tras envites, más o menos fieros, incansables,
hasta llegar tu interminable orgasmo final,
volcado en tu otra gran amante,
la mar, siempre abierta, juguetona e insaciable.
La Luna es una voyeur.
Luna
creciente, llena, menguante o luna mora,
con
tu nocturnidad y alevosía,
-entre
más o menos oscuridad-
¡cómo
espías a los amantes!
Cuando
ellos te descubren tu, a veces, te sonrojas.
Otras,
no te importa, sigues mirando
igual
de fresca, y en el mar,
en
sus olas, te columpias, juegas y deslizas.
Eres
tu, Luna, la mayor voyeur de este mundo,
te
disfrazas, cambias de cara, te medio ocultas,
entre
tules de nubes o flores de azahar,
entre
naranjos y almendros.
Te
endulzas de la miel de caricias y de
besos,
mientras
los amantes
se
desnudan, se arrullan, se acarician, se aman…
en
todas las lenguas.
Tres + 1
¡Oh
Febo, cuán amable y generoso
con
tu pequeña Gea, solitaria y lejana
amante,
medida su distancia en años luz!
Y,
sin embargo, tan a tu alcance, nada tardas
en
acariciar su semblante azul
o
su esférico talle, cuando te da la espalda,
envueltos
en sutil manto
de
penumbra
y
los cómplices guiños de millones de
estrellas.
Conjugas,
con sus efluvios, limos de la ninfa,
armónico
trío, juego perfecto de amor.
Sus
frutos, innumerables preñeces y savias.
Y,
en orgiástica compostura, la Luna, fría
y
vacía siempre, se apodera, cual espejo,
de
la imagen, rechaza toda luz
y
envidia vuestra dicha, tan cálida y fructífera.
Caminos de Soria
Era la voz del viajero
que partió a lejanas tierras.
A. Machado
Hoy
he seguido los caminos que holló el maestro
Antonio
Machado.
Su
recuerdo y el aroma a pino me acompañan.
He
dejado atrás Vinuesa.
Me
he mirado en el espejo sombrío
de
la Laguna Negra.
He
intentado, en vano, escrutar su fondo sin fin,
allí
donde, según la fábula y el romance
del
maestro, yacen los restos de Alvargonzález,
El
agua, quieta, cobija su aciago misterio,
aún estremecida,
como
con dolor de madre.
Los
pinos, silentes guardianes,
emulan
en su hacer a los cipreses,
forman
filas de entierro y, con el viento,
entonan
canto fúnebre.
El
cielo gris no oculta la leyenda,
todo
clama realidad;
allá
abajo, en las tinieblas
del
agua, yace un muerto y… no descansa.
Carretera de
Sigüenza a Soria
Salgo
de la ciudad,
atravieso
las aceradas vías del tren,
camino
de vidas inquietas.
A
la izquierda, desde lo alto
de
la ladera del monte,
Sigüenza,
siempre bella y callada,
la
Catedral, sus almenadas torres,
y
maltrechas murallas del Castillo.
Las
calles reptan empinadas cuestas.
Siguiendo
para adelante, en la misma mano,
Séñigo,
el torreón vigía, ciego,
Diseminados
por entre la hierba sus despojos,
rendidos
al paso del tiempo, de la desidia.
Desde
esa media cota se abre el cielo
a
un frondoso y gran valle.
Serpentean
los arroyos
sus
rumores de antaño,
entre
un calmo océano de trigales.
El
monte acerca el horizonte,
entrecortado
por viejas carrrascas
y
arrugados encinares, donde se oyen cantos
nupciales
de aves.
Dos
hileras, rectas, de erguidos chopos
perfilan
la carretera, como si, más bien,
fueran
márgenes de un callado río.
Sigo
mi camino.
Ya
de noche, con luna propicia, se perfilan
las
murallas del derruido
castillo
de La Riba de Santiuste,
en
figuras fantasmagóricas.
El
eco del francés en sus muros.
De
hinojos, como reverencia, el río Salado,
que
atravieso en mi caminar a Atienza.
A
un lado, fruto del reposo al sol de sus aguas,
las
salinas de Imón,
encasilladas
en cuadrículas
blancas,
como si parcelas urbanas en venta,
sin
vida, fueran.
Y,
al cabo, Atienza,
arriba,
acariciando el cielo, llena de historia,
con
sus iglesias y castillo en ruinas,
su
torre, con orgullo, erguida.
Atalaya,
ahora en perdida lucha
contra
la lluvia y los vientos.
Medina de Rioseco
Ciudad de grandes y bellas iglesias,
monumentales pasos de Semana Santa,
sabrosas viandas, exquisito cordero
con buenos caldos y soportales viejos,
permíteme, en el tiempo,
hacer un hueco.
Sobre
las piedras, redondas
y
húmedas, de tus calles,
cerca
de Santa María,
la
muerte ví, por vez primera;
aquel
cadáver,
que
vida sólo unos minutos antes tuviera.
Cuántas
veces soñé con aquella cenicienta
cara
por la que resbalaba
un
hilillo de sangre, desde la boca
abierta.
Por
segunda vez, en tan poco tiempo,
la
muerte anduvo cerca; de noche, cual fantasma,
se
llevó a un postulante
que
murió de asma.
Mis
escasos años
tropezaron
con el silencio,
con
las rigurosas reglas,
como
el trato de usted
a
mis compañeros.
El
leve pitido del tren
avisaba
del fin de nuestras horas de estudio,
de
recreos o de rezos.
Sus
vías estrechas eran, a veces,
nuestros
senderos de cortos paseos,
no
lejos del convento.
La
cruel ausencia
de
mis seres queridos.
Lo
peor, llamar padre
a
quien el mío no era, al que yo tanto quería
y
estaba tan lejos.
El
dormitorio en obras,
en
crudo invierno...
Sábanas
que mojaba con mis sueños,
de
tristezas y de miedos.
Por
caminos nevados, carreras, perseguidos
por
aquel novicio,
que
nos daba golpes con su correa,
Correazos
en las piernas, desnudas y tiernas,
de
niños de diez primaveras.
Nevadas
que ocultaban los caminos,
las
carreteras.
Heladas
que mostraban grandes chuzos,
cayendo
de las tejas.
Tierra
de Campos...campos bellos.
En
primavera altos trigos,
con
estallido de flores,
olores
y sentidos.
Grandiosas
dehesas con reses bravas pastando,
con
redondos y poblados palomares de aves
viajeras,
que sobrevuelan sus campos.
Las
comidas, en el refectorio,
con
interrogantes en sus platos,
con
la diaria lectura, entre ruido de cubiertos.
Lo
mejor: cantar en el coro,
en
la iglesia,
debajo
de la torre “Lapicero,“
bien
abiertos nuestros ojos,
de
par en par,
ver
a los niños con sus padres,
¡qué
envidia, qué gozo y, más, qué tristeza!
¿Y
pasear tranquilos,
sin
la amenaza de aquella correa?
Un
día, una niña, con la sonrisa en sus labios,
jugando
en la acera,
me
ofreció su rubia muñeca.
Niñez
sin juguetes;
tardes
invernales, tediosas, interminables,
de
pipas y cacahuetes
para
confortar estómagos tristes, vacíos.
Edad
temprana para el insomnio; noches largas,
eternas,
carentes
de cariños, abrazos y de besos.
Pero
todo aquello quedó muy lejos...
El toro de la Vega
Ay!
Toro, torito, toro de gran poderío
¿por
qué te hiere esa chusma,
por
qué te acosa el gentío ?
Matarifes
a caballo, con sus lanzas, largas,
-pues
las alarga el miedo-
acuchillan
tu poderoso cuerpo.
Están sedientos, ávidos de sangre,
España,
sangre y mies es tu bandera.
¿Qué
mal has cometido, qué mal ha hecho tu especie
que
hace que, en estos lances, yo a la mía desprecie?
No
puedo mirarte, no puedo ver esos ojos
llenos
de horror, dolor y espanto,
mientras,
tu cuerpo yace descosido, sangrando.
La computadora
Tildaba
de aburrida y árida
a
la dueña y señora del mundo: la Informática.
¡Cuán
equivocado estaba!
Hace
poco tiempo,
apenas
unos años,
abandoné
los miedos y mis propios engaños.
Empecé
a hacer pinitos,
algún
que otro trabajo,
un
solitario, a veces, y, cómo no, poemas
en
la pantalla dejé reflejados.
Como
os he dicho,
de
eso hace unos pocos años, y ahora
sí,
aquí estoy, usando yo mi teclado.
Si
el gran Cervantes o Lope de Vega
lo
hubieran utilizado,
estanterías
bastantes no habría en el mundo
para
almacenar tantas letras...
Ah!
pero... ¿qué es lo que digo?
¡qué
desatino! en un simple CD
muchos
poemas archivo.
Le llamaban Nadie
- pues
le quitaron hasta el Don-
Era
un hombre gris,
como
día sin efeméride
ni
nombre en el santoral
ni
señal en el calendario
.
Para
nadie era útil
para
nadie querido,
ni
necesario.
No
se sabe si ya murió
o
si anda por ahí, extraviado.
Dos de Noviembre, día de los muertos
Y
cuando aún a mis días algún quinto me asiste,
cruzo,
en frágil barca, este mar de olas encrespado.
La
orilla, aun cercana, no diviso ni calculo
su
distancia. Compañeros de vivencias yacen
en
tierras subterráneas, sus almas los cielos
entrelazan
como ocio, a la espera mi arribada,
con
mi remar cada vez, más vacilante y lento,
mas
llegada tan asegurada como cierta.
Yo,
que
por la vida caminé seguro,
aun
dando tropiezos a cada paso,
ante
ti camino titubeante.
Quizá
no dé traspiés, o quizá sí,
mas
sí sé cuál debe ser mi camino,
y,
también, qué camino no es el mío.
Por hacer…
nada
me resta, más que disfrutar
de
todos los míos,
y
esperar que mi longevidad
muy
dilatada no sea, ni sea para ellos,
ni
para mí mismo, una carga.
Que
el futuro, que es siempre tan incierto,
y
Dios, en quien fervientemente creo,
les
colme de Paz y Felicidad .
Éste
es mi mayor deseo.
Los últimos pasos
Y
cuando el fin de mis pasos
por el polvo de los caminos haya llegado,
de mi semblante elegir,
para vuestro recuerdo,
las mejores de mis sonrisas,
con mi amor, a vosotros dirigidas.
No digo que olvidéis las muecas
de los malos ratos, pues la vida de las unas
y de los otros se enriquece.
Mas priorizar en la memoria los buenos tragos,
ello os otorgará más amable sensación
y recreo más grato.
por el polvo de los caminos haya llegado,
de mi semblante elegir,
para vuestro recuerdo,
las mejores de mis sonrisas,
con mi amor, a vosotros dirigidas.
No digo que olvidéis las muecas
de los malos ratos, pues la vida de las unas
y de los otros se enriquece.
Mas priorizar en la memoria los buenos tragos,
ello os otorgará más amable sensación
y recreo más grato.